Vivir el litoral
artistas artway of thinking
El punto de partida de Stefania Mantovani y Federica Thiene —artway of thinking— es siempre la toma de contacto con las personas que ayudarán a definir su proyecto. A través de encuentros y de manera colectiva generan una energía que lleva al grupo a reinventar espacios comunes, a proponer nuevos escenarios de posibilidad. A menudo artway of thinking se propone como instrumento para escribir y difundir la historia de los que nunca lo hacen, y esto, desde sus sueños posibles. A veces, como en Panamá, invita a volver a historias olvidadas, desalojadas de la conciencia cotidiana. Experiencias íntimas que la cultura actual empuja al margen porque ya no son modernas, porque no se encuentra para ellas una rentabilidad.
El proyecto inicial proponía una “indagación del potencial de la ciudad de Panamá como lugar de negociación y cohesión intercultural”. De su desarrollo surgió un proyecto sorprendente que habría de culminar en un ritual esotérico. ¿Qué sucedió en el proceso?
El trabajo comenzó con un grupo de arquitectos, diseñadores, urbanistas, fotógrafos... que habrían de ser los guías de las artistas a través de un mapa de la ciudad. El objetivo: leer, identificar, a través de cada historia personal, sueños latentes compartidos, y proponer en base al resultado de esa exploración un proyecto de arte comunitario. De estos encuentros surgió un elemento con fuerza: la Bahía de Panamá, y una especial y a veces inefable relación con el mar.
Inesperado, pues casi nada en la ciudad parece aceptar el hecho de ser una ciudad costera. Se construyen carreteras sobre el mar, la ciudad vierte en él sus desechos, sus playas insalubres están cerradas. Panamá parece vivir de espaldas al mar, pero sus habitantes no son indiferentes. En marzo de 2003, artway of thinking inició una serie de entrevistas, y la fuerte reacción emocional en todos los casos condujo a un desenlace que entonces pareció evidente: la reunión de los testimonios en un rito necesario de reconciliación entre la tierra y el mar. Un ritual para desagraviar a Yemayá, diosa del mar.
¿Qué revelaban las cualidades de esos lazos con el mar que unían a dirigentes políticos, pequeños pescadores, científicos, pitonisas, universitarios y artistas? Las personas entrevistadas reclamaban una vida natural y armónica que dependía de la comunión con el mar. Imagen que, sin embargo, parece haber sido escindida de la ciudad, pues Panamá se construye según una idea de lo contemporáneo necesariamente urbano, nudo productivo de cristal y acero en una red internacional de comunicación. Se da así una situación en la que la promoción y venta de lujosos sueños convive con el silencio de grupos cuya posibilidad de contribuir a la vida comunitaria ha desaparecido. El deseo de armonía natural parece en cualquier caso incompatible con la ciudad a la vista de las comunidades de pequeños pescadores, confinadas física y profesionalmente en una situación macroeconómica que los sobrepasa, y en la que son desestimados por ineficientes e inadaptados (eso es más patente a la vista de los enormes barcos mercantiles que atraviesan cada día el Canal).
Descartada de la estructura urbana y socioeconómica, la experiencia del mar perduraba como nostalgia, y se asimilaba a menudo a nociones religiosas y esotéricas. Culturas no ortodoxas, también extirpadas de la gran sociedad de consumidores, pero fuertes, porque la rentabilidad que proponen es tan inmaterial como necesaria para muchos. La misión de las artistas era enfrentar a los individuos con la materia misma de sus deseos respecto a la ciudad como espacio de negociación y pertenencia. Y en este proceso de redescubrimiento, el mar, con su carga metafórica de fisura, de espacio económico, espiritual y social, planteaba ese lugar de cohesión, un espacio orgánico en el que cabía la acción, esto es, la armonía.
Por su modo de incitar procesos de cambio, el trabajo de artway of thinking subvierte el modo de producción de masas de los sueños (incluso a sabiendas de que el imaginario individual está atravesado por ellos). Provocaba la reflexión planteando la posibilidad y el problema de ser moderno invocando a Yemayá. artway of thinking actuó como catalizador. Pero el verdadero resultado no estaba en sus manos —las artistas dejarían pronto Panamá—, sino en la de los que estaban definiendo un sueño colectivo. Proyectos como éste cuestionan la cultura de consumo en su facultad de aislar a los individuos-consumidores, provocando un sentimiento de impotencia y finalmente indiferencia sobre la marcha de las cosas. Pensarse en tanto que cómplice; pensarse en tanto que comunidad orgánica activa junto a individuos tan distintos, todo eso es más valiente y menos cómodo. Pero eso es solo el principio.
Mónica Portillo