Abstracción en marzo
artista Juan Andrés Milanés
El 18 de marzo de 2003, el tabloide amarillista La Crítica publicó una de sus noticias más intrigantes. Esta vez no se trataba de un hombre que moría atragantado por una pepa de mamón, o de alguien atropellado por quedarse dormido debajo de un bus. En este caso el titular leía: ¡Increíble! Panameños podrán esquiar en San Felipe.
Se refería a la obra que Juan Andrés Milanés iba a realizar para ciudadMULTIPLEcity: una pista de patinaje en hielo construida en la Plaza de Francia en el Casco Viejo de la ciudad, área en la que familias de muy escasos recursos viven al lado de familias pudientes.
Cuando llegué a la plaza, todavía deslizaban los últimos bloques de hielo que terminaban de formar la pista. Alrededor se amontonaban todos los niños del barrio, quienes con sus largas sonrisas reflejaban la ansiosa expectativa que sentían por la diversión venidera. En ese momento, cuando los tonos del atardecer se reflejaron en el hielo y sentí el olorcito de la brisa panameña de “verano” (estación seca), pensé en la fijación que tiene con la nieve la mayoría de la niñez que crece en el trópico. Más aún, este es un país en que la White Christmas se materializa con pinos importados de Canadá, decoraciones de algodón que simulan la nieve y un puñado de imitadores de Santa Claus con barbas empapadas en sudor.
Con este proyecto —que se presentó en dos ocasiones— Milanés no solo celebró y a la vez ironizó sobre este tema, sino regaló además una experiencia inalcanzable y anhelada por muchos.
Para lograr esto que tantos ven como un sueño imposible, el artista recurrió a métodos sencillos y rudimentarios, utilizando elementos comunes de la ciudad. Sin necesidad de un alto presupuesto, ingeniería complicada ni maquinaria sofisticada, la pista simplemente fue construida con aproximadamente 200 grandes bloques de hielo. Esto permitió a una parte de la población gozar de una actividad de invierno durante varias horas a pesar de los 30 centígrados que marcaba el termómetro esa tarde. El ambiente en la plaza, la música, las risas, los intentos de muñecos de nieve y los trineos y patines para el hielo que el artista cubano Esvier Jeffers Durruthy fabricó con restos de metal, terminaron dándole a la escena un ambiente de Rockefeller Center precario, eufórico y tropical.
Quizás el resultado más fuerte del proyecto fue su dualidad como campo de entretenimiento y como pieza escultural urbana (el minimalismo horizontal de un Carl Andre salta a la mente). Mientras unos se deslizaban disfrutando de la mejor tarde del año, otros apreciaban toda la escena, haciendo diferentes lecturas y deduciendo sofisticadas analogías.
Ramón Zafrani